lunes, 11 de agosto de 2025

LA BATALLA DE TSUSHIMA

 

LA BATALLA DE TSUSHIMA 


 


La Batalla de Tsushima fue un enfrentamiento naval decisivo en la Guerra Ruso-Japonesa, que tuvo lugar el 27 y 28 de mayo de 1905, en el Estrecho de Tsushima, entre Japón y Rusia. La victoria japonesa, comandada por el almirante Togo Heihachiro, resultó en la casi total aniquilación de la Flota Rusa del Báltico comandada por el almirante Zinovy Rozhestvensky. Este combate naval consolidó a Japón como una potencia naval y significó un duro golpe para el imperio ruso. 

 

SINTESIS DESARROLLO DE LA BATALLA

Ø La batalla se libró en el estrecho de Tsushima, entre Corea y Japón. 

Ø La flota rusa, comandada por el almirante Zinovy Rozhestvensky, había navegado desde el Mar Báltico, dando la vuelta a África para llegar a su destino. 

Ø La flota japonesa, superior en calidad y entrenamiento, aprovechó la velocidad de sus buques y la precisión de su artillería para atacar a los barcos rusos. 

Ø Los japoneses emplearon tácticas innovadoras, como el cruce de la T, para obtener una posición ventajosa y maximizar el fuego sobre la flota rusa. 

Ø En la Batalla de Tsushima, la maniobra "Cruzar la T" se refiere a la táctica naval en la que una flota (en este caso, la japonesa) se posiciona perpendicularmente a la línea de batalla enemiga (la rusa), formando una forma de T. Esto permite que la flota que cruza la T dispare todos sus cañones hacia la proa del buque enemigo, mientras que este último solo puede responder con los cañones de su proa, lo que le da una gran desventaja.

 

Ø La batalla resultó en la destrucción de la mayor parte de la flota rusa, con 11 acorazados hundidos o capturados, además de otros buques menores. 

Ø La victoria japonesa fue contundente y tuvo un impacto significativo en el curso de la guerra y en el equilibrio de poder en Asia. 

 

CONSECUENCIAS:

Ø La derrota en Tsushima forzó a Rusia a negociar la paz con Japón, resultando en el Tratado de Portsmouth, que puso fin a la guerra. 

Ø La victoria japonesa demostró la capacidad del país para modernizar su ejército y armada, convirtiéndose en una potencia militar en Asia. 

Ø La batalla de Tsushima es considerada una de las mayores victorias navales de la historia y un ejemplo de la importancia de la tecnología naval y la estrategia en el combate. 

Ø El enfrentamiento naval también evidenció la decadencia del imperio ruso y el auge de Japón como potencia emergente.

Ø Una brillante maniobra del almirante japonés envió al fondo del Pacífico todos los buques rusos y provocó que el acorazado Potemkin se rebelara contra el zar Nicolás II


 

Tōgō y su tripulación en la cubierta del Mikasa. Pintura de Tōjō Shōtarō (1906).

Así fue el exterminio de los rusos en Tsushima, la batalla naval más sangrienta desde Trafalgar

La dimensión del desastre provocado por Japón fue tal que, a día de hoy es considerada la derrota naval más humillante de la historia de Rusia.

 

DESARROLLO DE LA BATALLA

Rozhestvensky contra Togo

Esta nueva escuadra Rusa del Pacífico fue puesta bajo el mando del Rozhestvensky, que tardó meses en reagruparse y dirigirse hasta el estrecho de Corea. Lógicamente, al almirante Togo le dio tiempo a preparar sus barcos, entrenar a sus tripulaciones y dirigirse al encuentro de los rusos, que iban decididos a perpetrar su venganza contra los japoneses con 11 acorazados, nueve destructores, ocho cruceros y varias unidades menores con marinos peor preparados y armados. No podían estos imaginarse que enfrente se encontrarían a 37 torpederos, 27 cruceros, 21 destructores y cuatro acorazados, además de un buen número de unidades auxiliares y artilleros.

Al llegar a Port Arthur y ver que estaba en manos de los japoneses, los rusos decidieron poner rumbo a Vladivostok por el estrecho de Tsushima, que era la ruta más corta. Lo que no sabía Rozhestvensky es que Togo y su poderosa flota les esperaban al otro lado. Tampoco sabía que el nipón era el único almirante del mundo en activo con experiencia de combate con acorazados, que fueron los verdaderos protagonistas de esta histórica batalla. Un dato más que auguraba un final espantoso para los europeos, algunos de cuyos barcos, sistemas de comunicaciones y torpedos estaban obsoletos y funcionaban precariamente. Aquello parecía un suicidio.

El 26 de mayo de 1905, la escuadra rusa fue descubierta por el crucero auxiliar nipón Shinano Maru, en plena noche y a pesar de la niebla, gracias a las luces del barco-hospital Orel, que navegaba con ellas encendidas tal y como exigía la legislación internacional. Utilizando los modernos equipos de radio japoneses, Togo pronto recibió la ubicación exacta del enemigo. A bordo del acorazado Mikasa, el almirante partió a toda velocidad para interceptarlo en compañía de cuatro divisiones que tenían, en total, cuarenta naves. Al mando de cada una de ellas había un oficial de menor rango, como era el caso de Isoroku Yamamoto, el mismo que casi cuatro décadas después vencería en Pearl Harbor a los americanos durante la Segunda Guerra Mundial.

La arenga de Togo

Togo levantó el ánimo de sus marinos pronunciando una arenga muy parecida a la que Nelson había dado antes de la batalla de Trafalgar: «El destino del imperio depende del resultado de esta batalla; que cada hombre cumpla con su deber supremo». Y a las 14.15 avanzó hasta cruzarse delante de la línea rusa para disparar sus cañones a toda discreción, de manera que estos solo pudieron responder con las piezas de proa, en clara desventaja.

Aunque los rusos eran manifiestamente superiores en lo que respecta a los buques capitales, como se conoce a los principales y más importantes buques de guerra de cada armada, los japoneses habían completado su escuadra con una especie de cruceros pesados –o «acorazados disfrazados», como los llaman algunos expertos–, con los que poseían una gran ventaja en la velocidad. Esto les permitió emplear una táctica que Alexander Kiralfy define en el libro «Genios de la estrategia militar» como «dar caza al enemigo en oleadas». Es decir, atacar en una maniobra arriesgada de acercamiento e, inmediatamente después, alejarse hasta colocarse en una mejor posición en la línea de avance ruso para atacar de nuevo. Y así, una y otra vez, hasta acabar con el contrincante.

Lo que Togo quería evitar era que la batalla se redujera a un intercambio continuo de fuego. En una de esas maniobras de acercamiento, el almirante japonés ordenó virar a su flota para tomar la misma dirección que los rusos. Un movimiento arriesgado en forma de «U», pero muy efectivo, que le permitió estabilizar a sus dos líneas de acorazados a una distancia en 6.200 metros y lanzarse a la ofensiva sin piedad con toda su artillería. Se notaba que la flota nipona había estado practicando durante los meses de espera en el estrecho de Corea y pronto se desató el caos en las naves rusas.

30 minutos de infierno

En menos de 30 minutos de fuego –entre las 14.15 y las 14.45 horas– la batalla quedó prácticamente decidida. Los japoneses utilizaron, además, una diversa combinación de explosivos llamada shimose («melinita»), compuesta por ácido pícrico, que se incendiaba al entrar en contacto con los materiales inflamables que tenían las estructuras de las naves rusas, como la pintura y el carbón. Esto hizo que un buen número de ellas se vieran envueltas en llamas y desataran el infierno en su interior. El buque insignia de Rozhestvensky, por ejemplo, fue obligado a salir de su formación rápidamente, quedándose completamente aislado e indefenso. Y el Oslyabya , otra de las naves importantes de los rusos, se hundió en pocos minutos a causa del impacto de los proyectiles. Era la primera vez que un navío blindado moderno se iba a pique sólo por los disparos.

Pero aquello no era más que el principio. Los japoneses continuaron atacando en oleadas. En un momento dado, Togo ordenó a su flota que se moviera de nuevo al este, con el objetivo de obligar al enemigo a desplazarse hacia el norte del estrecho para alejarse después, reunir a su escuadra y volver a atacar para desbaratar de una vez la flota rusa. Rozhestvensky no sabía cómo reaccionar. Sus naves estaban construidas con materiales más frágiles que las superestructuras japonesas y los daños estaban siendo demasiado grandes. Una prueba de ello es que los rusos hicieron blanco en 16 ocasiones contra el acorazado Mikasa, en mismo en el que iba Togo y con proyectiles supuestamente capaces de perforar el blindaje, pero no se fue a pique. Es más, continuó combatiendo hasta la Segunda Guerra Mundial.

No había descanso en la que hoy es considerada la batalla más grande e importante del mundo desde Trafalgar, en 1805. Poco después, un impacto certero hizo saltar por los aires al Borodino y este se fue al fondo del mar, con únicamente un superviviente entre los 855 miembros de su tripulación. El almirante Rozhestvensky fue herido por una esquirla de metralla en el cráneo y cayó inconsciente. Fue trasladado del buque insignia a un destructor y tuvo que suplirle en el mando el contraalmirante Nebogatov. Sin embargo, al llegar la noche, ya se habían perdido otros dos acorazados: el Knyaz Suvorov y el Imperator Aleksandr III .

Naves chocando entre sí

Según la táctica que había trazado, Togo interrumpió toda acción de sus acorazados por la noche y dio paso a los ataques con los destructores y los torpederos. Aquel nuevo movimiento envolvió al enemigo en fuego y desató tanto caos que, incluso, algunas naves rusas chocaron entre sí. Las restantes quedaron dispersas y aisladas, a merced de la andanadas niponas y fueron cayendo una tras otra. El viejo crucero Navarin, por ejemplo, fue alcanzado con una mina y hundido pocos minutos después: solo sobrevivieron tres de sus 622 tripulantes. El acorazado Sissoi Veliky sufrió el mismo destino a causa de un torpedo, mientras las tripulaciones de otros dos viejos cruceros (el Almirante Nakhimov y el Vladimir Monomakh ) se lanzaron al mar y abandonaron las naves allí mismo.

Rusia perdió dos tercios de su segunda escuadra del Pacífico: 11 acorazados, ocho cruceros, seis destructores y ocho auxiliares. Murieron 4.380 de sus marinos y 5.917 fueron hechos prisioneros. Entre ellos, el almirante Rozhestvensky y el contraalmirante Nebogatov, que rindió los seis barcos que le quedaban en su división. La flota japonesa, por su parte, solo perdió tres torpederos y 117 marinos.

«Comparados con este suceso, las hazañas de la marina norteamericana en Manila y en Santiago de Cuba caen en la insignificancia», podía leerse en el « Daily News ». «Habiéndose desvanecido las últimas esperanzas rusas de restablecer su posición en el Extremo Oriente, al menos por muchos años, aumentan notablemente las probabilidades de paz», aseguraba el « Standard ». El « Daily Chronicle » era mucho más duro: «La armada rusa, que zarpó del Báltico el último años, está destruída. La victoria del almirante Togo es completa y la amenaza de arrebatar a los japoneses el dominio en el mar se ha desvanecido totalmente». Y según el « Morning Post », por último, «no le queda a Rusia otra solución que pedir la paz pronto y aceptar las condiciones que le sean ofrecidas».

«No hay nada de qué avergonzarse»

Mientras estaba en un hospital japonés recuperándose de sus heridas, Rozhestvensky fue visitado por Togo, que le dijo amablemente: «La derrota es un destino común del soldado. No hay nada de qué avergonzarse en ello. El punto clave es si hemos cumplido con nuestro deber». Pero cuando volvió a Rusia, este almirante fue sometido a un consejo de guerra y hasta se pidió para él la pena de muerte, aunque el zar le indultó al haber caído herido y no ser responsable de la rendición. Murió de un ataque al corazón solo y olvidado cuatro años después en su casa de San Petersburgo, el día de año nuevo de 1909. El verdadero responsable de la rendición fue Nebogatov, que pasó varios años en prisión antes de ser también perdonado.

Togo, por su parte, se convirtió en un héroe popular al que todo el mundo reconocía en Japón. Murió justo antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, tras pasar más de 30 años de su vida siendo considerado una figura indiscutible de la historia de su país. Esto se debe en parte a que, con su victoria, el almirante marcó un antes y un después en la mentalidad de los japoneses, puesto que le insufló una enorme cantidad de orgullo nacional que significó el inicio de su hegemonía en Asia Oriental hasta 1945.

La guerra ruso-japonesa fue la primera victoria asiática en una guerra moderna contra una potencia blanca y la batalla naval de Tsushima, la única decisiva de la historia en la que intervinieron flotas compuestas por acorazados modernos. También la primera en la que el uso de la radiocomunicación tuvo un papel crítico. «El último suspiro de una vieja era, puesto que por última vez en la guerra naval los navíos de línea de una flota derrotada se rindieron en alta mar», escribió el historiador británico David Brown en « Warship Losses of World War Two » (Arms and Armor Press, 1990).

 

Batalla de Tsushima

Parte de Guerra ruso-japonesa

Fecha

27 - 28 de mayo de 1905

Lugar

Estrecho de Tsushima

Coordenadas

34°33′59″N 130°09′03″E

Resultado

Victoria decisiva japonesa[1]

Consecuencias

Beligerantes

Imperio del Japón

Imperio ruso

Comandantes

Heihachirō Tōgō
Kamimura Hikonojō
Dewa Shigetō

Zinovi Rozhéstvenski  
Nikolái Nebogatov  
Oskar Enkvist

Fuerzas en combate

Armada Imperial Japonesa
• 4
acorazados
• 27
cruceros
• 21
Destructores
• 37
torpederos, cañoneros y barcos auxiliares

Armada Imperial Rusa
• 11 acorazados
• 8
cruceros
• 9
destructores
• Barcos auxiliares

Bajas

Pérdidas humanas:
117 muertos
583 heridos
Pérdidas materiales:
3
torpederos hundidos

Pérdidas humanas:
4.380 muertos
5.917 heridos
Pérdidas materiales:
21 barcos hundidos
7 barcos capturados
6 barcos inutilizados

 

Bibliografia:                        Inteligencia  artificial

Wikipedia

 

El largo recorrido de la flota rusa desde el mar Báltico hasta Tsushima



Desarrollo de las operaciones y combates navales durante la batalla.

Acorazado japonés Mikasa en 1905.


Acorazado ruso Kniaz Suvórov, buque insignia de la Flota del Báltic



 

Bibliografia:                       

 Inteligencia  artificial

Wikipedia

 

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