PARTE
I
CARLOS
MANUEL DE CÉSPEDES:
UNA APROXIMACIÓN A SU PENSAMIENTO NAVAL
Gustavo
Placer Cervera[1]
Pudiera parecer
inusitado referirse al pensamiento naval de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre
de la Patria cubana, cuando es bien
conocido que en el momento en que protagonizó el alzamiento del 10 de Octubre
de 1868 dando inicio así a la lucha armada por la independencia de Cuba no
tenía ni formación teórica ni experiencia práctica como militar y mucho menos
como marino.
Sin
embargo, negarle a Céspedes un pensamiento militar que, al igual que el de
otros jefes cubanos, fue desarrollándose bajo la influencia de la práctica
combativa, sería desconocer que la ciencia militar es mucho más que Táctica y
que las cuestiones relacionadas con la Estrategia y la Construcción Militar de
un país conducen necesariamente a la formación de un pensamiento militar tanto
como la dirección de las acciones combativas. Unido a ello, en el caso de Cuba
su condición de insularidad y la necesidad apremiante de adquirir, en aquellos
inicios de la contienda, armamento y
pertrechos en el exterior –que debían ser traídos por mar, burlando o rompiendo
el bloqueo marítimo español-, conllevó a la formación de un pensamiento naval.
Una
prueba de lo anterior es lo expresado por Céspedes en fecha tan temprana como
el 12 de enero de 1869, transcurridos apenas dos meses del inicio de la
contienda y al otro día del incendio de Bayamo, en una carta a José Morales
Lemus[2]
quien fungía en ese entonces como representante en Washington de la Junta
Revolucionaria de La Habana:
“(….)
Deseo, como ustedes deben suponer, que todas las expediciones que se nos
remitan lleguen con felicidad. Apruebo la compra de los dos buques de guerra de
que me hablaron; pero no por eso desistan de comprar siquiera un monitor; porque aunque aquellos puedan
prestar grandes servicios a la causa,
éste sería un golpe de muerte a nuestros enemigos”[3]
Lo
anterior denota además, que Céspedes estaba familiarizado con las últimas
novedades de la construcción naval. El monitor[4]
a que se refiere en su carta era un buque de guerra blindado, armado con
cañones de grueso calibre que fuera empleado por ambos bandos durante la Guerra
de Secesión norteamericana recién terminada. España no poseía, en esos momentos
en aguas cubanas buques capaces de enfrentársele con éxito.[5]
Dos buques de ese tipo habían sido vendidos a la República del Perú por el
gobierno estadounidense y dadas las simpatías que el gobierno de esa nación
había manifestado por la causa cubana se abrigaba la esperanza de un posible
traspaso de esas unidades a manos
cubanas.
Céspedes
sería insistente respecto a la adqusición de los monitores. El 17 de febrero de
1869, desde el cuartel general de La Larga, Riberas del Cauto, vuelve a
escribirle a Morales Lemus en estos términos:
“(….)
ustedes tienen razón, los artículos de primera necesidad para la insurrección
son armas y pertrechos, pero no crean
que son menos necesarias algunas formidables máquinas de guerra marítima
para romper el bloqueo, pues carecemos de ropa, de calzado, de víveres y sobre
todo de sal, todo lo cual podría venir con más seguridad si lo convoyase un
buque de guerra. Lo mismo puede decirse de las armas y los pertrechos. Ya he
respondido a la primera diciendo que necesitamos armas, pertrechos, ropa,
calzado, víveres y sobre todo sal. Agregué a todo esto dos monitores y un ariete[6]”.[7]
Lo
que Céspedes preveía respecto a la vulnerabilidad de las expediciones se vio
confirmado poco después, el 15 de marzo de 1869, cuando unidades españolas
apresaron en aguas británicas de Bahamas a la goleta Mary Lowell con un cargamento de armas y pertrechos para los
insurrectos cubanos. Este revés motivó a Céspedes a dirigirse de nuevo a
Morales Lemus a través del entonces Secretario de Relaciones Exteriores,
Cristóbal Mendoza, en carta fechada el 23 de abril de 1869:
“(…)
La experiencia ha demostrado recientemente en el caso de la Mary Lowell, cuan eventuales y
arriesgadas son con la activa vigilancia que ejerce la Marina española en estas
costas, las expediciones no convoyadas.
En
esta virtud, el compañero Presidente llama por conducto del Secretario que
suscribe la atención de usted hacia la conveniencia de adquirir, de los primeros fondos que logre usted levantar, uno o más
buques mayores monitores o fragatas blindadas, que convoyen aquellas y con
los cuales se hallaría además la República en la posibilidad de adquirir y sostener algún puerto que
hiciera más importante su situación respecto al extranjero”.[8]
Como
puede apreciarse, Céspedes seguía insistiendo en la necesidad de adquirir
buques de guerra modernos para formar una Marina. Y más allá, su amplia cultura
y su visión del papel del mar en la contienda que se libraba se ponen de
manifiesto además al enunciar su proyecto de ocupar y mantener un puerto. Esta
idea fue el inicio de un plan encaminado
a ocupar una de las bahías de la costa norte oriental –se pensó en Puerto
Padre, Manatí o Banes-, a la cual se le situaría una línea de defensa
terrestre, organizada con tropas seleccionadas de infantería y artillería y
otra línea hacia el mar, donde se ubicarían líneas de minas detonadas
eléctricamente desde tierra para rechazar así los ataques y bloqueo marítimo
del adversario. A esos efectos, se adquirieron las minas y se contaba con
personal preparado para operarlas. Esta plan se frustró cuando la expedición
del vapor Lilliam en cuyo cargamento
estaban incluidas las minas y traía a los operarios fue detenida por las
autoridades británicas en las Bahamas el 23 de octubre de 1869 y su carga
incautada. Se trataba de la mayor expedición que se preparó durante la Guerra
de los Diez Años.
Respecto
a este nuevo revés, el Secretario de Relaciones en funciones, Eduardo Agramonte
Piña, siguiendo indicaciones de Céspedes escribió a Morales Lemus:
“(…)
La idea de asegurar uno de nuestros puertos en
extremo importante bajo todos los conceptos dada nuestra situación
geográfica... Pero para ello es indispensable una marina numerosa o cuya
potencia supla el número que lo defienda contra los ataques por mar… De todos
modos mientras no haya marina que lo apoye es imposible."
Pero
no es sólo Céspedes quien comprende la importancia del mar y de una Marina en
la contienda que se libraba. Sirva de muestra el siguiente fragmento de una
carta de Pedro (Perucho) Figueredo, el autor de nuestro Himno Nacional,
dirigida a Ambrosio Valiente y fechada el 20 de julio de 1869:
(….)
Necesitamos monitores ¿por qué no los han de facilitar Chile y Perú? Tan pronto
consigamos seis u ocho buques de guerra de primera clase, la lucha habrá
terminado. El mar es quien sostiene a
España”[9]
La primera acción naval cubana
Influido
por los éxitos alcanzados con el empleo del corso en las luchas independentistas
de Latinoamérica Céspedes consideró su utilización como una necesidad lógica de
autodefensa y como vía para dificultar las comunicaciones marítimas del
adversario. A tales efectos se redactaron las instrucciones correspondientes,
se estableció un tribunal de presas y se expidieron patentes de corso en blanco
firmadas por Céspedes.
La
necesidad apremiante de obtener barcos para armarlos y emplearlos como buques
de guerra hizo surgir en un grupo de conspiradores organizados en el Club
Revolucionario de La Habana la idea de apoderarse del vapor español Comanditario
perteneciente a la Compañía General Cubana de Navegación y que efectuaba un
viaje semanal con carga y pasaje entre los puertos de La Habana y Cárdenas.
Varios de los oficiales y tripulantes del vapor participaban de las labores
conspirativas, a ellos se sumaron un grupo de miembros del Club que embarcarían
en calidad de pasajeros. A los
participantes en la acción se les dotó de una de las patentes de corso
mencionadas para legalizar el acto.
El
plan se puso en marcha el 23 de marzo de 1869. Una vez capturado el barco,
pusieron proa al Banco de Cayo Sal en uno de cuyos cayos dejaron al capitán y a
los tripulantes y pasajeros no implicados con víveres y agua para varios días y
después se le cambió el nombre al buque por el de Yara, se izó la bandera cubana en el palo mayor y se puso rumbo a
Bahamas, donde con la colaboración de la colonia cubana armarían al buque para
la guerra. Sin embargo, después de varios días llenos de vicisitudes fueron
localizados, el 31 de marzo -cuando se dirigían a Ragged Island para ponerse
bajo la protección de un monitor peruano que allí se encontraba- en aguas
británicas de Bahamas por la cañonera española Luisa. En esas circunstancias, los tripulantes del Yara vararon el vapor, le quitaron el
collarín y cajetas de la hélice para que se inundara y abandonaron la nave,
logrando escapar. En la huída uno de los botes zozobró perdiendo la vida dos de
los captores, Francisco González Guerra
e Ignacio Núñez, primeros mártires
de la lucha por la independencia en el mar.
Como
respuesta inmediata y precipitada a la audaz acción del Comanditario (Yara) el
Capitán General de la Isla, Domingo Dulce, dictó un decreto sobre piratería,
según el cual los buques españoles podrían apoderarse en alta mar de cualquier
nave sospechosa. Esto dio lugar a fuertes protestas por parte de Inglaterra,
los Estados Unidos y otros países, lo que colocó al gobierno español en una
difícil situación política y diplomática viéndose obligado a abolir el
controvertido decreto poco tiempo después.
Al
gobierno de la República de Cuba en Armas la captura del Comanditario le tomó por sorpresa
y como según los informes que recibió Juan Bautista Osorio aparecía como
el principal de los captores se le otorgó a este una patente de corso y el
nombramiento como Capitán de Fragata. Ambos documentos se fecharon
convenientemente. Juan Bautista Osorio es por tanto, el primer Capitán de
Fragata de la Marina de Guerra Cubana.
Aunque esta acción no alcanzó los objetivos
propuestos, es justo señalar que los participantes en ella se vincularon de una
u otra manera en casi todas las expediciones y acciones navales de los
patriotas cubanos durante la Guerra de los Diez Años.
[1] Capitán de Fragata (R). Dr. en
Ciencias Históricas. Miembro de Número de la Academia de la Historia de Cuba.
[2] José Morales Lemus: Nació el 10 de mayo de 1808 en La Habana. Tuvo
una participación destacada en los movimientos anexionistas de la década de
1850 junto a los miembros del Club de La Habana. En la década siguiente se
convirtió en reformista y cuando se crea la Junta de Información, por Real
Decreto de noviembre de 1865, es designado por el Partido Reformista como
representante en las Cortes, culminando éste en el mayor de los fracasos. A su
regreso a Cuba comenzó a conspirar en unión de su partido pero no para promover
la independencia de Cuba. Sus ideas y cálculos estaban encaminados a contribuir que volviera al poder en España
el Partido Unión Liberal. Comenzada la revolución de 1868 y en el poder en
España sus amigos liberales, tiene que salir del país no por discrepancias con
estos, sino por la actitud intransigente de los voluntarios, que no querían
ningún cambio en el sistema de gobierno en la Isla y veían en él a un
reformista consumado. A su arribo a Nueva Yok utilizó sus habilidades y
contactos para hacerse cargo de la Junta Central Republicana de Cuba y Puerto
Rico, así como de la representación diplomática de la República en Armas en el
exterior.
[3] Colección Coronado
[4] Monitor: Buque blindado, de poco calado, armado con escaso número
de cañones, pero de gran calibre. El primer buque de este tipo fue el Merrimac
empleado en la Guerra de Secesión norteamericana por las fuerzas del Sur para
batir a los buques del Norte que bloqueaban Hampton Roads. El barco que dio
nombre a esta clase, construido por los del Norte, fue el Monitor, con blindaje de
200 mm. en el costado hasta debajo de la línea de flotación y armado de una
torre giratoria de 280 mm. Este barco
batió al Merrimac en el mismo sitio de su resonante victoria.
[5] Al iniciarse la guerra, los
buques con que contaba el Apostadero Naval de La Habana eran 5 fragatas, 1
corbeta y 14 vapores de diversas características táctico-técnicas. Estas
fuerzas eran insuficientes para efectuar de manera efectiva el control y
vigilancia de las costas cubanas y sus mares adyacentes.
[6] Ariete: Buque de vapor, blindado y con un espolón muy reforzado y
saliente, para embestir con empuje a otras naves y echarlas a pique.
[7] Colección Coronado
[8]
Colección Coronado, Legajo XXI, doc. 7.
[9]
Colección Coronado