domingo, 22 de enero de 2017

CRONICA DE UN  VIAJE DE  ESTUDIOS ACADEMICOS:
 BADAJOZ-SANTIAGO DE CUBA.
Impresiones del Dr Santiago Cambero Rivero sobre su corta estancia  académica en  Santiago de Cuba tras su regreso a Badajoz. 
“He regresado tras más de una semana por tierras cubanas, donde me reencontré por unas horas con La Habana Vieja, desde donde partí para conocer Santiago de Cuba. Fue la primera capital de Cuba, y no me extraña por su larga historia... Ahora tuve la oportunidad de explorarla como viajero e investigador social durante una corta estancia académica, pero volveré, pues siempre me encuentro como en casa... ¡Hasta la victoria!” 

El Capitolio de La Habana es un punto de encuentro desde donde parten todas las vías de la capital y Cuba. ¡Majestuoso!


Con mi colega Iliana, vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales, mujer comprometida con distintas problemáticas sociales en Cuba. ¡Gracias por tu acogida!


Este fue mi lugar de trabajo, la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Oriente, donde estuve becado como investigador por la Asociación Universitaria Iberoamericana de Postgrado. ¡Positiva estancia académica!



Intercambiamos conocimiento sociológico sobre vejez y envejecimiento en el Departamento de Extensión Universitaria de la Universidad de Oriente. ¡Buenos anfitriones!



 

Participando en la Cátedra Universitaria del Adulto Mayor donde expliqué la importancia del aprendizaje a lo largo de la vida para envejecer activamente.



Dialogando con socios de la Casa de Abuelos visitada sobre el envejecimiento activo, algunos octogenarios y nonagenarios... ¡Cuanto cariño recibí!


Un "danzón" entre abuelas y abuelos para fomentar la actividad física y coordinación psicomotriz en edades avanzadas, claves para envejecer saludablemente.


Jugar al dominó con cubanos, siempre es perder la partida para cualquier extranjero osado, y más si te doblan la edad... ¡Grandes jugadores!


Visitar la Casa de Abuelos (y Abuelas) "Alegría de Vivir" es una experiencia de vitalismo... ¡Un ejemplo de atención integral al adulto mayor!



La Plaza de la Revolución es la puerta de entrada en Santiago de Cuba, siempre heroica y revolucionaria donde se iniciará el Movimiento 26 de Julio en 1953...

La Catedral de Nuestra Señora de la Asunción alumbrando el parque Céspedes, donde residentes y visitantes nos damos citar para tomar el pulso de Santiago de Cuba, bajo un constante cielo azul y sol radiante.


Una vista del Mar Caribe y de la Sierra Maestra desde el Castillo del Morro al atardecer... ¡Imprescindible para recargar energías!


Vista nocturna de la Bahía de Santiago de Cuba por donde navegaron aquellos barcos de conquistadores extremeños... Por cierto, Hernan Cortes fue su primer alcalde.


Una calle elevada o de bajada en lo que fueron lomas en Santiago de Cuba antes de su urbanización... ¡Me recordó a Alburquerque!


Lamentablemente los sistemas de transporte público son escasos y para desplazarse utilizan estas camionetas por precios módicos para el viajero. ¡Lo experimenté una vez!


Escuchar la trova santiaguera con un ron añejo, una experiencia sensorial del gentío que rodea estos lugares nocturnos... ¡Ojos y oídos abiertos!




Mausoleo a Fidel, líder histórico de la Revolución Cubana  en  el cementerio de Santa Ifigenia  en Santiago de Cuba.





 Mausoleo a José Martí, Héroe nacional  de la República de Cuba en el cementerio de Santa Ifigenia en Santiago de Cuba.







Termino esta crónica viajera leyendo el Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, entre dos autos clásicos llamados "almendrones", todo un ejemplo de ingeniería de los "científicos automotrices cubanos".



lunes, 9 de enero de 2017

 PorCapt.frag(R)  Gustavo Placer Cervera        



                                PARTE   II
            CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES:
 UNA APROXIMACIÓN A SU PENSAMIENTO NAVAL

El primer buque de guerra cubano         
Ante los constantes requerimientos de Céspedes por formar una Marina la Junta Revolucionaria Cubana de Nueva York adquirió, en junio de 1869, el vapor Hornet  para armarlo en guerra. Todo el proceso de compra se efectuó con la mayor discreción por el ciudadano estadounidense de origen cubano Fernando Macías a un costo de 60 mil dólares, obtenidos en su mayor parte en colecta pública efectuada entre los emigrados.
El buque adquirido había sido empleado, con el nombre de Lady Sterling, durante la Guerra de Secesión por los sudistas como forzador de puertos bloqueados. Desplazaba 1 800 toneladas; su eslora (largo) era de 240 pies, su manga (ancho) de 26 pies y calaba 24. Tenía ruedas de palas movibles, dos  máquinas oscilantes, cuatro calderas horizontales con dos chimeneas y generaba 400 caballos de fuerza. Era de buen andar, pudiendo, sin mucho esfuerzo, hacer 16 nudos.  
La Junta, no se conoce por qué motivos, no ofreció el mando de la nave a cubanos, que algunos había de experiencia técnica y naval, y prefirió buscarlo entre marinos estadounidenses que habían participado en la recién concluida Guerra de Secesión y se dirigió al almirante norteamericano David Porter[1], al parecer “muy amigo de la causa cubana” en busca de consejo. El alto oficial estadounidense propuso para ocupar el cargo de Comandante del Hornet a Edward Higgins, al cual se nombró Comodoro (Comandante en Jefe de las Fuerzas Navales de la República) con un sueldo de 10 mil dólares anuales y un por ciento de las piezas obtenidas en la mar.
 Cuando el Hornet se aprestaba a salir al mar desde el puerto de Filadelfia con destino a Halifax, Canadá, comenzaron las complicaciones con las autoridades norteamericanas, que lo detuvieron por 11 días bajo torpes acusaciones. En Halifax no lo esperó mejor suerte, pues el cónsul español se empeñó en crear todo tipo de dificultades en lo concerniente al buque.
Para evitar problemas con las autoridades estadounidenses y cumplir con las estipulaciones del convenio de neutralidad que ese país tenía firmado con España, se armó al Hornet, con ocho cañones de diferentes calibres, en aguas internacionales, donde se le cambió el nombre por el de Cuba.  
USS HORNET
Sin haber cumplido su primera misión, Higgins, su comandante, alegó que tenía falta de carbón y fondeó el 2 de octubre de 1869, en las proximidades de un fuerte norteamericano en Wilmington, el que informó de la presencia de un buque sospechoso.  Las autoridades de Wilmington enviaron rápidamente a una unidad naval que detuvo al buque cubano. Los oficiales fueron llevados a juicio, el buque se desmanteló y comenzó un dilatado proceso judicial durante el cual los cubanos tuvieron que invertir esfuerzos y recursos. El Hornet sólo pudo emplearse en una expedición que desembarcó en Punta Brava, Las Tunas, el 7 de enero de 1871.
Al resumir los hechos relacionados con el Hornet el historiador español Emilio Soulere expresó:
“Sea de ello lo que quiera, no es posible desconocer que el gobierno de Washington acaba de prestar un nuevo servicio a la causa de España en Cuba”[2].
La solidaridad peruana
La amenaza de una restauración del imperio colonial en América y las simpatías que despertaban en los sectores populares la lucha que libraban los patriotas cubanos, determinaron que la mayoría de los países latinoamericanos ofrecieran el apoyo moral y material que estaba al alcance de sus posibilidades, a la revolución cubana. Las repúblicas de Chile (30 de abril de 1869), Venezuela (11 de mayo de 1869), Perú (11 de mayo de 1869), Bolivia (10 de julio de 1869), Colombia (14 de mayo de 1870), El Salvador (9 de septiembre de 1871) y el Imperio de Brasil  (9 de septiembre de 1871), reconocieron el derecho beligerante del pueblo cubano. La República del Perú dio un paso al frente y el 13 de agosto de 1869 le extendió su reconocimiento de nación libre y soberana a la Cuba revolucionaria. Este decreto fue de suma importancia pues incorporaba al gobierno de la República en Armas a la comunidad jurídica internacional. Pocos meses después del reconocimiento el gobierno peruano entregó al primer representante  diplomático cubano en Lima, Ambrosio Valiente, la cantidad de $ 80 000.
También como se ha señalado anteriormente, se realizaron negociaciones con el gobierno peruano para la obtención de buques de guerra. En los contactos sostenidos por Valiente con el Presidente José Balta, este último se manifestó dispuesto a entregar a los cubanos los monitores Atahualpa y Manco Capac y la corbeta Unión; además, preparó y garantizó la emisión de una serie de bonos cubanos por valor de 5 millones de soles que se utilizarían en la compra de los buques de guerra, y el resto serviría para la adquisición de material de guerra  su ulterior envío a Cuba.
Los monitores, construidos en los Estados Unidos, aún no habían sido entregados al Perú. El gobierno norteamericano al tener noticia de cuál sería el destino de esas naves condicionó su entrega a que no fueran empleadas para hostilizar a España. Con esta medida el gobierno del presidente Ulises Grant demostraba, una vez más su apoyo a la presencia colonial española en Cuba.
Al saberse de las presiones norteamericanas, se intentó la variante de que el Perú cediera los buques a Nicaragua, y ésta, a los cubanos. Pero el gobierno estadounidense, también mediante presiones, lo impidió. De todo aquel proyecto, sólo pudo lograrse el traspaso a los cubanos del vapor Rayo, realizado por intermedio del nicaragüense Lorenzo Montufar. Este buque no pudo ser empleado por los independentistas permaneciendo en puertos sudamericanos hasta el fin de la guerra.
De los monitores sólo quedó la ilusión de obtenerlos y la arribada forzosa de uno de ellos –el Manco Capac- a bahía de Naranjo, en la costa norte de Oriente, zona controlada por los patriotas, sirvió para que las tropas de los generales Marcano y Peralta confraternizaran con su tripulación. Después de reabastecerse de víveres y combustible, se alejó de las costas cubanas. El hecho motivó una carta de Céspedes a Morales Lemus, fechada en Guaímaro el 15 de abril de 1869, en la cual expresaba:
“(…) Hace pocos días que arribó a nuestras playas un monitor peruano que creí podría traernos las armas y pertrechos que esperábamos así como ropas, zapatos y sal, pues hasta este artículo de primera necesidad escasea mucho. Me engañó mi esperanza, pero ahora me halaga la de que pueda proteger en su tránsito hasta nuestra costa la expedición detenida en Cayo Hueso y dirigida por Francisco Javier Cisneros. Según parece el Gobierno peruano trata de deshacerse de esa magnífica máquina de guerra y abrigo la convicción de que adquirida por nosotros no era dudoso el triunfo más rápido y completo”.   
Una prueba más del apoyo a la causa cubana por parte del gobierno del Perú fue la solicitud que hizo al gobierno de los Estados Unidos del embargo de la entrega de las 30 cañoneras que, a partir del 19 de mayo de 1869, se construían para España en astilleros norteamericanos y que habían sido proyectadas especialmente para su empleo en aguas cubanas[3]. El gobierno peruano fundamentaba su petición en el hecho de que aún estaba vigente el estado de guerra el estado de guerra entre su nación y España y las cañoneras podían utilizarse en hostilizar las plazas costeras del Perú o, última instancia, liberar buques de mayor porte en Cuba que podían ser trasladados al Pacífico para realizar actividades navales contra ellos.
En esas circunstancias, el gobierno norteamericano se vio obligado al embargo de las cañoneras el 3 de agosto de 1869, pero a pesar se continuó su construcción a un ritmo acelerado. El 10 de diciembre de ese propio año, cuando “casualmente” estaban casi todas las cañoneras listas para zarpar hacia Cuba, el embargo fue levantado. Las primeras cañoneras, para júbilo de españoles e integristas, arribaron a La Habana a mediados de ese mes.
Un balance final
Los proyectos navales del Padre de la Patria cubana, Carlos Manuel de Céspedes no pudieron materializarse. Los sucesivos percances sufridos por los revolucionarios cubanos en sus intentos de crear una marina de guerra, junto a un sistema de corso que asegurara el abastecimiento de armamentos, municiones y vituallas, tuvieron su causa en un conjunto de factores entre los cuales se pueden considerar como principales:
i)                   El indiscutible poderío militar y naval de España y su experiencia secular en estos campos, en especial la de sus servicios secretos. El reforzamiento de las fuerzas navales españolas en Cuba hizo disminuir drásticamente el número de expediciones que pudieron arribar a las costas de Cuba.
ii)                La actitud, a veces dual y otras veces francamente hostil del gobierno de los Estados Unidos.
iii)              Los manejos de los elementos anexionistas y reformistas que, encabezados por Morales Lemus y Miguel Aldama Alfonso[4] se adueñaron de la dirigencia de la emigración.
Respecto a la conducta de los estadounidenses expresó Céspedes en carta a José Manuel Mestre:
“(…) Por lo que respecta a Estados Unidos, tal vez esté equivocado pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es a apoderarse de Cuba sin complicaciones peligrosas para su nación”
Respecto a la conducta de los anexo-reformistas resulta esclarecedora la denuncia del patriota José de Armas y Céspedes en su discurso del 3 de febrero de 1870 en Nassau, Bahamas:
“(…) Señores: En Cuba han existido dos partidos, uno radical independiente y otro reaccionario conservador; aquel se levantó con las armas en la mano, pidiendo lo que necesitaba, consecuente con sus principios. Este, enemigo constante de aquel, se propuso ahogar en su ruina al glorioso Grito de Yara, y para el efecto no sólo impidió por todos los medios que estuvieron a su alcance el que se socorriera a los patriotas, sino que se puso de parte del gobierno español, hasta el extremo de lamerle los pies. Afortunadamente vino en nuestro auxilio la turba desenfrenada de los voluntarios y los lanzó al extranjero y sin saber cómo, se aparecen constituidos  en Junta de Nueva York. La revolución de Cuba, a pesar de ellos, progresaba. Entonces formaron el diabólico plan – mejor dicho, dijeron la revolución no nos conviene pero es necesario vengarse de los voluntarios, que sin embargo de habernos tenido a su lado, nos han vejado y nos han quitado nuestros bienes- y acordaron lo siguiente:
     
Remitir a Céspedes armas en pequeñas cantidades, a fin de que se sostenga acabando con los españoles, mientras también van desapareciendo los partidarios de la revolución y los enemigos nuestros.  Evitar que los bonos tengan valor y despilfarrar las sumas que entren en nuestro poder y que salgan corsarios y buques de guerra (…) y atender solamente la cuestión diplomática para cuando estén destruidos los españoles y nuestros enemigos, entregarnos a los americanos (…)”.
Y continuaba diciendo José de Armas en su discurso en Nassau:
“Todo esto se encuentra, señores, demostrado en la tendencia demasiado manifestada de detener todo plan grandioso a favor de nuestra independencia como sucedió con el “Catalina” y el “Lillians”. Fracasadas las dos expediciones, porque a ellos no les convenía que llegasen a Cuba.
No convenía que hubiese un buque de guerra en la mar y convinieron con el comandante del “Cuba” que lo metiera en un puerto de los Estados Unidos para ver como de este modo obligaban un reconocimiento sin favorecer al Ejército Libertador.
Y en cuanto a la cuestión del dinero yo mismo les hice una proposición de que el Perú garantizaba los bonos de Cuba, pero como de este modo tenían valor y Cuba tendría dinero suficiente para hacer la guerra en forma y quedarían los españoles destruidos en poco tiempo, esto no era lo que convenía a la Junta, nunca tuve una contestación y sabiendo que yo era oído en ciertos círculos me entretuvieron con sus plazos y me cansaron con sus mentiras…”
Concluyó así sus palabras el patriota José de Armas y Céspedes:
“….Morales Lemus ha tenido el descaro de escribir a Céspedes preguntándole qué le hacía falta. El presidente le contestó que 30 mil fusiles y dos buques de guerra fuertes, para sostener un puerto.
A principios del año pasado le prometieron que todo lo tendría en breve tiempo y ya saben lo que ha pasado……” 





[1] PORTER, David Dixon.- Almirante norteamericano, *en 1813 en Chester (Pensilvania), +en 1891. Sirvió a las órdenes de su padre, también célebre marino antes de ser nombrado guardiamarina en 1829. Durante la guerra de Secesión mandó una flotilla de las fuerzas del Norte en el asalto a Nueva Orleans (1862). De 1865 a 1869 desempeñó la superintendencia de la Academia Naval. En 1866 fue ascendido a vicealmirante y en 1870 a almirante. Publicó, entre otras, Life of Commododre David Porter (1895) e Incidents and Anecdots of the Civil War (1885).
[2] SOULERE, Emilio: Historia de la insurrección en Cuba.
[3] Las cañoneras tipo “Ericson” (por el nombre del ingeniero que la diseñó) tenían las siguientes características: Desplazamiento: 179 toneladas; Eslora (largo): 32,5 m.; Manga (ancho): 6,76 m.; Calado 1,7 m.; Velocidad: 9 nudos; Autonomía: 660 millas; Armamento: 1 cañón Parrot de 134,6 mm.; Dotación: 41 hombres.
[4] Miguel Aldama Alfonso: Nació en La Habana el 8 de mayo de 1820 en el seno de una familia acaudalada y poderosa.  Era poseedor de una fortuna declarada de casi 5 millones de pesos: propietario de varios ingenios azucareros y de inversiones en ferrocarriles y diversas ramas de la economía cubana. Tenía algo más de 3 mil esclavos. Perteneció al Club de La Habana, que en la década de 1850 fue anexionista y posteriormente reformista. Apoyó financieramente el ascenso al poder del Partido Unión Liberal en España. Tuvo que salir de Cuba debido a la intransigencia de los voluntarios.