domingo, 3 de septiembre de 2017

COLABORACION DE MARIA ELENA BALAN


José Martí en Zaragoza: "...que allí quise a una mujer"
Texto y fotos Lucilo Tejera Díaz )ACN)

 El destino quiso que una noche en el Teatro Principal, de Zaragoza,
las miradas de dos jóvenes se cruzaran repetidas veces para descubrir
lo inevitable: había llegado el amor.
   En el palco 13, dos cubanos prestaban atención a la obra en escena.
Uno era José Martí Pérez y el otro su entrañable amigo Fermín Valdés
Domínguez, los dos deportados a España por el gobierno colonial en la
isla antillana, insurrecta desde años antes a aquel 1873.
   Martí, entonces con 20 años de edad, se percató accidentalmente que
desde la platea lo miraban insistentemente. Encontró a la persona que
le fijaba la vista, huidiza por el rubor, y era una joven rubia de
innegable belleza.
   En un entreacto fueron presentados, y el cubano, tocado por la
sorpresa, primero, y algo nuevo que le inundaba sus sentimientos,
después, fue, a partir de entonces, el ser insistente que lo marcó
toda su fecunda vida.
   Si hasta aquel momento el amor lo había rozado, con Blanca de
Montalvo, que así se llamaba la zargozana, lo tocó de lleno, y más
cuando era correspondido.
   Martí se trasladó de Madrid a Zaragoza, más al norte, en busca de
mejor clima para sus males, que arrastraba desde los duros días de
trabajos forzados como preso en las canteras de San Lázaro, en La
Habana. Fermín se iría con él.
   A fines de mayo de 1873 estaban en la capital de Aragón, y se
alojaron en la pensión de Félix Sanz, en la calle de las Platerías
(hoy Manifestación) número 13, donde encontraron un ambiente familiar.
   Martí iba decidido a continuar los estudios universitarios que con
dificultades emprendió en el convulso Madrid, envuelto entre el
republicanismo a la monarquía.
   Derecho y Filosofía y Letras matricula en la vieja Universidad de
Zaragoza, en aquel entonces en la Plaza de la Magdalena, y también se
dispone a terminar la enseñanza de bachiller que lleva desde La
Habana.
   A la sazón escribió:
   "Cuando termino mis clases en la Universidad, me gusta pasear por
la plaza del Mercado y llegar a la animada calle Platerías. Y ahí, no
muy lejos de las ruinas romanas vivíamos como en familia. Mis días en
la Pensión Don Félix fueron los más felices de mi vida estudiantil.
Don Félix era nuestro amable y servicial casero, además de padre de
dos bellas hijas."
   Es muy probable que los jóvenes amantes pasaran tardes en la Plaza
de la Justicia, inmediata a la pensión, que cuenta aún hoy con una
fuente instalada en 1866 con la escultura La Samaritana, frente a la
iglesia Santa Isabel, o pasearan por la amplia plaza de la Catedral de
la Virgen del Pilar.
   A la vez que alguna actividad periodística y vivir la experiencia
del restablecimiento a fuego, sangre y cañón de la reacción
conservadora en la política española, la vida de Martí se centra en
los estudios y en la pasión del amor con Blanca, quien vive con su
acomodada familia también en la calle de las Platerías.
   Además, allí Martí escribió el libro "La República Española ante la
Revolución Cubana", el drama "Adúltera" y la obra de teatro "Amor con
amor se paga".
   Cuentan que Blanca lo cuidaba con especial dedicación y le
preparaba infusiones de violetas para curar la tos y, dicen, la
tristeza, y así quizás quitara de la mente del amado su deseo de
regresar a la patria a buscar su independencia.
   Pero ahora en Zaragoza tocaba el amor y el joven no lo deja escapar
y lo vive con inusitada pasión. Amó y era totalmente amado.
   Otras mujeres llegaron al corazón de Martí, pero Blanca, aseguran
quienes lo conocieron y estudiaron después, fue quien primero lo
arrebató.
   Al terminar los estudios con excelentes calificaciones, Martí
decide en diciembre de 1874 viajar para reunirse con su familia en
México y emprender definitivamente el camino que le signó el destino
dedicado enteramente a la independencia de la patria.
   Blanca le escribe carta tras carta, pero no recibe ninguna a
cambio. Sin embargo, Martí no la olvida.
   En octubre de 1875 le dedicó en la nación azteca un cuento: "Hora
de lluvia" lo tituló, y en un fragmente se puede leer:
   "Llueve copiosísimamente; llueve sin cesar. Es, Blanca mía -y no te
rías- que el cielo mismo frunce el ceño, y se pone mohíno, y llora,
porque no hemos podido hablarnos hoy. Tú eres el cielo."
   Cuando partió de Zaragoza, Martí no pudo llevarse los títulos de
sus estudios porque no tenía para pagar las tasas exigidas.
   Tendrían que pasar muchos años, en 1995, en el centenario de su
muerte en combate, fue que la universidad zaragozana entregara a Cuba
sus certificados de Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras.
   La ciudad aragonesa no olvidó la destacada trayectoria del joven
que durante 18 meses vivió allí: se colocó un busto de bronce en la
entrada al Paraninfo universitario "como recuerdo permanente a uno de
sus alumnos más célebres", premios literarios, nombre de una calle, y
dos tarjas en el lugar donde residió lo recuerdan.
   Martí también le correspondió en sus "Versos sencillos": Para
Aragón, en España,/tengo yo en mi corazón/un lugar todo Aragón,franco,
fiero, fiel, sin saña./Si quiere un tonto saber/por qué lo tengo, le
digo/que allí tuve un buen amigo,/que allí quise a una mujer.
   Y dicen que Blanca no lo olvidó nunca.
   Dicen más: con el tiempo ella se casó con el médico turolense
Manuel Simeón Pastor y Pellicer, y a su único hijo, que lo tuvo al año
siguiente de la muerte de Martí en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, lo
nombró José.

No hay comentarios:

Publicar un comentario